Las maravillas del mindfulness para niños

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De qué trata el mindfulness para niños

El mindfulness es un método que nos ayuda a aprender a gestionar nuestras emociones y pensamientos y nos enseña a aceptarlos. Con su práctica ponemos atención a cada instante cuando transcurre, experimentando la sensación que ello nos provoque y dejándola fluir.

Pero no solo los adultos podemos sacar provecho de este método, ya que son muchos los beneficios del mindfulness para niños.

En primer lugar, debemos destacar la importancia del desarrollo de la inteligencia emocional en la infancia. En sus primeros años de vida, los niños deben aprender las habilidades necesarias para gestionar sus emociones y poder enfrentarse con éxito a su entorno, asimilando los sentimientos que producen la ira, el enfado, la tristeza o la frustración. Con la ayuda del mindfulness para niños podemos ayudarles con la meditación a entender sus emociones y pensamientos para guiarlos en acciones correctas y adecuadas para afrontar sus conflictos diarios.

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Por qué deberían practicar mindfulness los niños

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Actualmente los niños están rodeados de multitud de estímulos que bombardean sus cerebros. Enfocar la concentración en una actividad única y concreta les ayudará a frenar esa avalancha de información que reciben a diario. 

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Al obtener más serenidad y paz interior, los niños pueden enfrentarse al mundo dejándose llevar por la curiosidad, conectando con el exterior de una forma más receptiva y confiada.

Otra técnica que se trabaja con el mindfulness es el control de la respiración. Hacer a los niños conscientes de algo que se hace sin pensar, como respirar, les puede ayudar a canalizar su energía negativa. Siendo conscientes de todo aquello que rodea a esa respiración, como es la postura y los movimientos corporales, puede ayudarles a construir un lugar de paz que se encuentra en su interior. En este sentido, es más sencillo evitar que sufran rabietas. Además, el trabajar la respiración favorece la correcta pronunciación de fonemas y ayuda a la mejora del habla. También está comprobado científicamente que un correcto patrón respiratorio nasal diafragmático evita las contracturas musculares.

El cerebro de los niños consta de una gran plasticidad, es decir, que es muy receptivo a todo lo que percibe y se fijan en los mínimos detalles, cosa que los adultos vamos modificando y dejando de prestar atención a ellos. Por tanto, la infancia es una etapa perfecta para fomentar que esa atención siga despierta.

Aprender a analizar el momento presente también permite trabajar otras cualidades, como la reducción de la agresividad y la violencia.

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Con el mindfulness para niños también se aprenden otros conceptos como la compasión y la autocompasión.

La compasión consiste, principalmente, en entender cómo se sienten y que necesitan los demás.

En cambio, la autocompasión trata de ser amable con uno mismo a través de un camino de autoconocimiento, descubriendo que es lo que necesitamos y cómo nos podemos ayudar a nosotros mismos.

Con la práctica del mindfulness los niños aprenden a desarrollar un concepto denominado resiliencia, que quiere decir que aprenden a atravesar las adversidades y salir fortalecidos de ello mediante su consciencia y la expresión emocional.

La práctica de la meditación conlleva sumirnos en un estado de relajación, por lo que esta técnica también es efectiva para ayudar a regular el sueño de los niños, mejorando su calidad y ayudando con problemas de insomnio. Para ello hay que practicarlo antes de dormir, de una forma conjunta y participativa con el adulto que acompañe al niño, lo que también favorece el vínculo entre ambos. El acompañamiento emocional debe estar siempre presente en la infancia y el mindfulness es una práctica maravillosa para lograr esta unión.

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Cómo enseñar mindfulness a niños

El aprendizaje del mindfulness para niños se debe basar en:

  • Ofrecerselo de una manera lúdica. Es indudable que la mejor forma de aprender para un niño es jugando. Por tanto, se debe lograr que para ellos se convierta en un momento divertido, ya que si lo hacemos como algo impuesto no obtendremos los mismos resultados, ya que aquello que se concibe como obligatorio es más difícil de aprender para un niño.
  • Adaptarlo a su edad. Esta práctica debe tener en cuenta las capacidades de cada niño. Sobre todo a una edad temprana, no podemos pretender tenerlos un largo tiempo meditando, con cinco a diez minutos al día es suficiente.
  • Ser abierto a modificar los ejercicios. No hay una manera única y correcta de practicarlo, sino que hay que encontrar el equilibrio que permita que los niños aprendan a practicarlo y a la vez se sientan cómodos con los ejercicios.
  • Se debe practicar en un lugar libre de ruido y distracciones, donde prime el silencio, tanto si es en la escuela como en su hogar, para que los niños se puedan concentrar y relajarse. Se suele realizar sentado en el suelo y con los ojos cerrados.
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